Escuelas y comercios en Haití cerraron sus puertas el lunes y grandes cantidades de policías patrullaban las calles mientras el país recordaba un aniversario sombrío.
El lunes no sólo se cumplieron siete meses del asesinato del presidente Jovenel Moïse en su residencia privada, sino que también era el final de su periodo. Opositores exigen que el primer ministro Ariel Henry deje el cargo bajo el argumento de que su gobierno es inconstitucional.
Estamos en una situación en la que el temor toma el lugar de la paz”, dijo a The Associated Press Bocchit Edmond, embajador de Haití en Estados Unidos. “Nuestro país no puede seguir viviendo así”.
Miles de personas optaron por quedarse en casa el lunes, temerosos de que hubiera más violencia conforme se profundiza la inestabilidad política en Haití, aumenten los secuestros y las pandillas adquieren incluso más poder en un momento de derrumbe económico. Lionel Fortuné, un estudiante de leyes de 33 años, estaba entre los pocos que se aventuraron afuera y esperó mucho tiempo para que un autobús público pasara por las calles vacías.