Redacción CNS.-
BANI.-
Juan Alberto dejó a cinco hijos, tristes,
llorosos; el más pequeño, de 11 años, mostraba una mirada perdida. Eran un electricista de El Cañafístol, horas antes de
morir en el accidente del camión en Chipas, México, donde iban 160
indocumentados y 55 murieron.
Esta es solo una de las decenas de historias de dolor
que viven las familias banilejas con esta tragedia, donde hay siete muertes
confirmadas y al menos 12 heridos y desaparecidos.
Del distrito municipal de El Cañafístol, ubicado al
sur de la ciudad de Baní, hay otras dos víctimas, vecinas de Juan Alberto. Son
los primos Ashly Manuel Soto y Yuniel Mordán Báez, el primero se dijo que está
fuera de peligro y será deportado, mientras el segundo, de 23 años, murió.
En esta tragedia el duelo es colectivo en las
comunidades pues los muertos eran primos y vecinos, en las diferentes
localidades.
En Catalina tres primos, dos fallecieron y uno está
herido. En el sector Las 20 Casitas, hay un fallecido y el vecino del frente
está desaparecido.
Muere 20 años después al igual que su padre
Hace 20 años que el mar Caribe se tragó a Yunior Báez
al naufragar la yola que lo llevaba a Puerto Rico y hoy el colmado donde cuelga
su fotografía, por ser propietario para ese entonces, tiene velones encendidos
por el descanso de su hijo, al que dejó de tres años.
Yunior dejó el colmando y montó la frágil embarcación
detrás de lo que entendía era su futuro, Puerto Rico, y su hijo Yuniel Mordán,
de 23 años, también dejó el trabajo de colmadero y se enfilaba hacia Estados
Unidos. Doña Dulce Soto hoy carga duelo doble, de su nieto y la desaparición de
su hijo que aunque han pasado dos décadas, “a mí no se me ha borrado de mi
mente y de mi corazón. Yo todos los días lo recuerdo”.
No obstante, ella cuenta que la situación económica
del país es la que empuja a esos viajes inciertos. “Él quería irse a cumplir su
sueño” por lo que entre sus ahorros, una hipoteca y otros recursos, juntaron
más de un millón de pesos para el viaje. “Pagamos más de la mitad y la otra
parte se paga allá”.
Aquí sale a relucir lo “organizado” que se dan estos
viajes, pero se desconoce quiénes son los coyotes.