Denuncian PN obligó a médicos decir que joven murió por alergia de Omeprazol
viernes, 22 de abril de 2022
Redacción
CNS.-
SAN JOSE DE
OCOA.-Lo mataron a golpes y la
jerarquía de la Policía Nacional, en lugar de dar un ejemplo botando y
sometiendo a la justicia de inmediato a todos los culpables de ese execrable
crimen contra un joven inofensivo, lo que hizo fue un silencio sepulcral
mientras los asesinos chantajeaban a médicos para que dijeran que murió “por
una alergia” a una tableta de Omeprazol.
La historia de este crimen de la Policía Nacional se
consumó como sigue:
El pasado sábado 16, Gregorio estuvo ingiriendo
aguardiente y ebrio estaba violento, pero en ningún momento agredió de ninguna
forma a su mujer, Johanny Casado, quien al sentirse vulnerable, acudió a la
Policía denunciando la situación.
A las 2:11 de la madrugada del domingo una patrulla
persiguió a Gregorio por la calle 27 de Febrero, en pleno centro de la ciudad
de Ocoa. Él entró a la Clínica Arias.
Dos policías llegaron en una motocicleta, penetraron a
la clínica privada sin orden judicial, en la madrugada.
Cinco minutos después lo sacaron a la calle esposado a
la espalda, lo estrellaron al pavimento, le colocaron una bota en el cuello a
un hombre que no movía ni un dedo mientras
lo apuntaban con escopetas, llamaron por teléfono a su base y minutos
después llegó una camioneta con cuatro policías que lo tiraron en la parte
trasera y se lo llevaron a la sede ubicada en la calle Duarte esquina avenida
Canadá.
Su madre, Milandina Custodio, al enterarse de que
estaba preso, acude a investigar la causa y a llevarle alimentos. Fue en tres
ocasiones a la Policía y nunca le permitieron entregarle las comidas y al
indagar sobre su condición, siempre los policías de guardia le dijeron que se
la mandara porque Gregorio “estaba durmiendo”.
El joven entra en la cárcel a las 2:20 de la madrugada
del domingo. En horas de la noche de ese mismo día, después de majarlo a golpes
como muestran las fotos de su cuerpo, lo llevan al hospital San José, donde su
madre pudo verlo ya en las agonías de la muerte, pero tuvo tiempo de decirle:
“¡Milanda, me muero hoy. Los policías me molieron a golpes!”.
A las 9:00 de la mañana del lunes, Gregorio estaba
muerto en el hospital San José y el centro de salud ocupado por policías
metiéndoles terror a los médicos para que dijeran que murió de una alergia y
que no tenía signos de violencia.
Los familiares de Gregorio tratan de entrar a ver el
cuerpo en la morgue del hospital para comprobar su estado, pero policías
escopeteros bloquean la entrada.
Después, la familia logra que el procurador fiscal de
Ocoa, Francis Valdez, los autorice a entrar, revisan el cadáver, le hacen fotos
y videos, comprueban que está lleno de golpes contundentes de la cabeza a los
pies, lo que también observa el fiscal y luego admite en entrevista con la
emisora Zol 106, que tiene signos de violencia y él tiene las evidencias.
Aunque personal en el hospital le informó a la familia
que Gregorio estaba “reventado por los golpes”, los policías se encargaron de
infundir terror a los médicos para que escribieran que los hematomas que tenía
en todo su cuerpo eran una “alergia” que finalmente habría provocado un shock
que mató a un joven lleno de salud. Altas instancias de la Policía fueron informadas
por mí una hora después del fallecimiento de Gregorio en el interés de que
actuaran con diligencia para esclarecer el crimen y evitar que la “imagen” de
la Policía Nacional y su actual jefatura, se vieran afectados por una acción
delictiva de hombres uniformados y armados por el Estado, pero que no responden
a las líneas de respeto a los derechos humanos que persigue el gobierno de Luis
Abinader.
La única respuesta que obtuve de un oficial amigo, fue
que había que esperar “el informe oficial”. Es decir, el que prepararía la
misma gente que lo mató y que andaba chantajeando a todo el mundo.
Esos son los hechos y los conoce tanto o mejor que yo,
la Policía, la Procuraduría General de la República, pero están actuando con la
velocidad de la categoría de la víctima: un infeliz muerto, no un hijo de
oligarca.
Naturalmente, si fuera un entierro de primera
categoría, el desfile de declaraciones y golpes de pecho hubiese llegado hasta
el mismo Palacio Nacional, pasando por la Procuraduría, la Policía, por Castaños
Guzmán de Finjus, Participación Ciudadana, la Iglesia católica, la Evangélica y
hasta el Club de los Indiferentes.
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