Hasta ahora, se creía que los modos nocturnos, que potencian la luz anaranjada y reducen la cantidad de luz azul, logran de esta manera no afectar a la producción de melatonina y no interferir tampoco en los ciclos de sueño.
Al no contemplar diferencias, el estudio dividió a todos los participantes en dos grupos: los que durmieron alrededor de siete horas, cerca de las ocho horas recomendadas, y los que durmieron seis o menos.